En un mundo ruidoso, saturado de gritos, bocinas, alarmas, etc. nuestros niños y niñas evidencian dificultad para” hacer silencio.”
Hay una imperiosa necesidad de hablar, sin reparar en si es el momento oportuno, si es conveniente o importante lo que se va a decir o si se está interrumpiendo a alguien.
Hablar en simultáneo con los demás fomenta la distracción y la retención del aprendizaje.
El silencio es un requisito básico para propiciar el diálogo, la reflexión y la convivencia respetuosa.
Las palabras son un vehículo del pensamiento y, como tal, necesitan un tiempo para ser buscadas, ordenadas para dar un mensaje claro como así también, para ser interpretadas.
El bullicio colabora con la distracción, entorpece la escucha atenta y el trabajo áulico.
Esperar el turno para hablar y saber escuchar, son habilidades básicas para fomentar el diálogo respetuoso y la empatía hacia el interlocutor.
El silencio, no es silenciar. Por el contario, es un recurso valioso para otorgar un tiempo sin ruidos que conduzcan a pensar antes de hablar, escuchar antes de criticar, percibir el entorno de lo gestual y, esencialmente, propiciar el diálogo y la puesta en palabras de pensamientos, juicios, emociones, etc.
Para educar en el silencio el educador debe concederle el valor que tiene para mejorar el trabajo áulico y el aprendizaje.